Luego de meses de estudio los servicios de inteligencia de Estados Unidos concluyeron que es «muy improbable» que un adversario extranjero provocara el llamado «síndrome de La Habana» que afectó a una veintena de diplomáticos de Estados Unidos y Canadá.
La primera vez que se detectaron estos casos fue a finales de 2016 entre el personal diplomático en La Habana, y en 2017 el entonces presidente Donald Trump acusó al Gobierno de Cuba de haber perpetrado «ataques acústicos» en contra de los trabajadores de la Embajada, por lo que suspendió los servicios consulares en la Isla.
Pero un informe publicado este miércoles por el Consejo Nacional de Inteligencia, que agrupa a varias agencias de EE UU, ha concluido que es «muy improbable que un adversario extranjero fuera el responsable de las anomalías de salud».
El espionaje estadounidense ha revisado documentos clasificados y literatura tanto científica como médica para determinar finalmente que «no hay evidencia creíble de que un adversario extranjero cuente con un arma o dispositivo» capaz de provocar esos problemas de salud.
También detecta «limitaciones metodológicas» en los informes médicos que desarrollaron la teoría del «síndrome de La Habana».
En una rueda de prensa, el portavoz del Departamento de Estado, Ned Price, explicó que «no hay un denominador común» entre todos los afectados, ya que algunos casos se pueden explicar por «causas naturales», otros por «efectos ambientales» y algunos están todavía por determinar.
Estados Unidos reanudó operaciones en Cuba pero han reiterado que la seguridad del personal en la isla o cualquier país, siempre será prioridad.