Nacido el 02 de marzo de 1999 en Vineland, New Jersey, de sangre puertorriqueña y dominicana; Isiah Pacheco fue formado en la Universidad de Rutgers y fue elegido con la séptima ronda con el pick 251 en el pasado Draft (una de las últimas selecciones).
De a poco se fue consolidando en la plantilla de los Chiefs, ganando protagonismo con cada actuación; pues durante la temporada regular promedió casi 49 yardas por juego, con una media alta de 4,9 yardas por acarreo.
Mientras que pudo sumar 5 touchdowns, acumulando 130 yardas por aire y 597 yardas por tierra, finalizando en el décimo puesto con más yardas totales de la campaña con 1,559 yardas. “Siempre alabaré mis raíces latinas. Amo a mi familia y de dónde vengo”, fueron las palabras de Pacheco durante el día de medios.
Durante el tercer cuarto del Super Bowl llegó a las diagonales en acarreo para una yarda, acaparando las miradas y que le permitió a los Chiefs continuar en la pelea.
Tragedias que sacudieron la vida de Pacheco
En 2016, su hermano Travoise, de 29 años, fue asesinado a puñaladas en la urbanización donde vivía. Unos meses más tarde, un ex novio mató a Celeste, su otra hermana, de 23 años de edad, con un disparo en la cabeza. Isiah, era entonces un adolescente que destacaba en su instituto de Nueva Jersey. El doble drama marcó su estilo de juego, según él mismo explicó en las horas previas a la Super Bowl de su consagración (76 yardas y un touchdown en 15 carreras): «Pienso en mis hermanos todos los días, me costó mucho superar lo que les pasó. Sin embargo, la tragedia me ayudó a entender que no debo correr para alejarme de mis problemas, sino correr hacia ellos y enfrentarlos. Por ellos no doy una yarda por perdida».
Su juego es exactamente ese. En una era donde los corredores puros han perdido importancia ante la dictadura del pase, Pacheco parece salido de 1980. No es un gran receptor, aunque se defiende, ni baila alrededor de la línea esperando a que le abran un hueco o a poder salir por el exterior. No. Él embiste, no para de mover las piernas aunque le agarren entre cuatro y, más veces de las que no, acaba por avanzar por donde no se cabía.