En un caso que ha conmocionado a Italia, Vasile Frumuzache, un guardia de seguridad rumano de 32 años, confesó el asesinato de dos trabajadoras sexuales en la región de Toscana: Denisa Paun, de 30 años, y Ana Maria Andrei, de 27.
Mientras la Justicia italiana profundiza en la posibilidad de que Frumuzache sea un asesino en serie, el confeso fue brutalmente atacado en la cárcel de Prato con aceite hirviendo, dejándolo en estado grave. El agresor, un familiar de una de las víctimas, actuó en un episodio que expone las tensiones en el sistema penitenciario y la indignación social ante los crímenes.
Un doble crimen que sacude Italia
El caso salió a la luz tras el hallazgo del cuerpo decapitado de Denisa Paun, una trabajadora sexual rumana, el pasado lunes en una zona boscosa de Montecatini Terme, Toscana. Según la confesión de Frumuzache, el crimen ocurrió el 15 de mayo de 2025, tras un encuentro sexual en un hotel de Prato.
El hombre afirmó que Paun intentó extorsionarlo, amenazando con revelar su relación a su esposa y familia a cambio de 10 mil euros. En un ataque de furia, Frumuzache la estranguló, la decapitó con un cuchillo y trasladó sus restos en una valija blanca a una casa de campo abandonada, donde quemó su cabeza con nafta y leña.
Sin embargo, durante el interrogatorio, el caso dio un giro aún más oscuro. Frumuzache confesó haber asesinado a otra trabajadora sexual, Ana Maria Andrei, en agosto de 2024, en circunstancias similares.
Los restos de Andrei, reportada como desaparecida, fueron encontrados cerca del lugar donde yacía el cuerpo de Paun, gracias a las indicaciones del propio asesino. “Intentó escapar y la apuñalé”, declaró Frumuzache, según reportes del diario Corriere della Sera.
La Justicia investiga si Vasile Frumuzache, que vivía una aparente vida normal como guardia de seguridad, esposo y padre de dos hijos, podría estar vinculado a otros crímenes.
La agresión en prisión: Venganza y controversia
El viernes 6 de junio, en la cárcel de Dogaia en Prato, Frumuzache fue atacado por un pariente de Ana Maria Andrei, quien le arrojó aceite hirviendo en el rostro. El ataque, ocurrido en un área común de la prisión, dejó al confeso con quemaduras de primer y segundo grado, requiriendo su traslado de urgencia al hospital Santo Stefano. Según el fiscal Luca Tescaroli, el episodio revela fallos en la vigilancia penitenciaria, ya que el agresor actuó “sin ser molestado”. La fiscalía de Prato abrió una investigación penal contra el atacante, subrayando que incluso los acusados de crímenes graves tienen derecho a la protección.
El incidente ha generado un intenso debate en Italia sobre la seguridad en las cárceles y la furia desatada por los femicidios, un problema que azota al país con alarmante frecuencia. En 2024, Italia registró más de 100 femicidios, según datos de organizaciones locales, lo que ha avivado la indignación pública.
El femicida declaró que Denisa Paun lo quiso extorsionar. (Foto: gentileza Dire).
¿Un asesino en serie?
La confesión de Frumuzache sobre el asesinato de Andrei abrió la puerta a una investigación más amplia. La Justicia ahora examina si el hombre, que vivía una aparente vida normal como guardia de seguridad, esposo y padre de dos hijos, podría estar vinculado a otros crímenes. Los investigadores están analizando siete años de registros telefónicos y revisando casos de mujeres desaparecidas en Toscana y Sicilia, donde Frumuzache residió hasta 2022. Un detalle inquietante es que la tarjeta SIM de Andrei fue reactivada la noche del asesinato de Paun, lo que sugiere una posible conexión entre los casos.
Además, las autoridades sospechan que Frumuzache no actuó solo. La ausencia de rastros de sangre en la habitación donde afirmó haber decapitado a Paun, junto con inconsistencias en su relato sobre el traslado del cuerpo, ha llevado a los investigadores a considerar la posible participación de cómplices. Las grabaciones de cámaras de seguridad de la residencia donde ocurrió el crimen de Paun no han aclarado del todo los hechos, y la fiscalía espera obtener más información de las cámaras públicas de Prato.
Denisa Paun era una trabajadora sexual. (Foto: gentileza Corriere della Sera).
Una doble vida al descubierto
Frumuzache, originario de Nehoiu, Rumania, llegó a Italia a los 14 años y se estableció en Trapani, Sicilia, antes de mudarse a Monsummano Terme, Toscana, con su esposa Luizsa y sus dos hijos. Sus colegas en el centro comercial “Il Globo” lo describían como un hombre reservado, de mirada esquiva, pero nadie sospechaba de su doble vida. En su perfil conjunto de Facebook, Frumuzache y su esposa compartían fotos familiares de apariencia idílica, contrastando con la brutalidad de sus crímenes.
Los investigadores han notado rasgos psicológicos en Frumuzache que podrían encajar con el perfil de un asesino en serie, como la posible conservación de objetos de sus víctimas. Sin antecedentes penales previos, el hombre había logrado pasar desapercibido hasta ahora.
Ana Maria Andrei, otra víctima de Frumuzache. (Foto: gentileza Correo della Sera).
Un caso que no da tregua
La investigación sigue en curso, con un interrogatorio clave programado para este sábado en la prisión de Dogaia. La fiscalía busca esclarecer no solo los detalles de los asesinatos confesados, sino también determinar si hay más víctimas y cómplices involucrados. Mientras tanto, el caso ha reavivado el debate sobre la violencia de género en Italia y la necesidad de medidas más efectivas para proteger a las mujeres, especialmente a aquellas en situaciones de vulnerabilidad como las trabajadoras sexuales.
El ataque en prisión, lejos de cerrar el caso, ha añadido una nueva capa de complejidad a una historia que mantiene a Italia en vilo. La pregunta que resuena en el país es: ¿cuántas víctimas más podría haber dejado Vasile Frumuzache en su oscuro camino?
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