El ejército israelí ha destruido las principales instalaciones militares de Siria con más de 300 ataques aéreos desde la caída el domingo del gobierno de Bashar al Asad, tras una fulgurante ofensiva rebelde, informó el martes el Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH).
Periodistas de la AFP en Damasco escucharon fuertes explosiones en la madrugada e imágenes en directo de la AFPTV mostraban espesas columnas de humo sobre el centro de la capital.
Un centro de investigación científica en Damasco dependiente del Ministerio de Defensa quedó completamente destruido, señaló un periodista de la AFP. Según Estados Unidos, esa instalación estaba vinculada al programa de armas químicas de Siria.
El OSDH, con una vasta red de fuentes en Siria, registró «casi 310 bombardeos» contra aeropuertos, radares, depósitos de armas y municiones o centros de investigación militar para «la destrucción de las armas» del gobierno anterior, aliado de Irán y del movimiento libanés Hezbolá.
Israel no comentó de inmediato estos informes, pero el lunes había reivindicado la destrucción de «armas químicas» en Siria para evitar que caigan en manos de los rebeldes, a quienes acusó de estar animados por «una ideología extrema del islam radical».
Su ejército también lleva a cabo una incursión en la zona de distensión alrededor de los Altos del Golán, un territorio sirio ocupado y anexionado desde 1967.
La ONU denunció que esta operación era una «violación» del acuerdo de retirada de 1974 entre Israel y Siria, una acusación lanzada también desde Irán, Jordania y Arabia Saudita.
Por otro lado, el ejército israelí desmintió el martes las informaciones sobre un avance de sus tanques hacia Damasco.
«Traspaso de poder»
Entretanto, en Damasco, el líder de los rebeldes sirios, el islamista Abu Mohamed al Jolani, que desde hace unos días se identifica con su verdadero nombre, Ahmed al Chareh, se reunió el lunes con el ex primer ministro Mohamed al Jalali para coordinar el «traspaso de poder».
Al Asad huyó de Siria tras la ofensiva relámpago de la coalición rebelde liderada por la organización islamista Hayat Tahrir al Sham (HTS), que tomó la capital el domingo y puso fin a más de cinco décadas de gobierno de la dinastía fundada por el padre de Bashar, Hafez al Asad.
Siria llevaba sumida en una guerra civil desde 2011, cuando el gobierno de Al Asad reprimió de forma feroz una ola de protestas pacíficas, lo que derivó en un conflicto que dejó 500.000 muertos y obligó a la mitad de la población a huir de sus hogares.
Antes vinculado a organizaciones yihadistas como Al Qaida, Jolani ha intentado distanciarse de esa imagen radical y ha cambiado el turbante y la larga barba por ropa militar occidental, pero numerosos gobiernos occidentales siguen considerando HTS como un grupo «terrorista».
Sin embargo, el emisario de la ONU para Siria, Geir Pedersen, dijo el martes que el grupo había «enviado un mensaje positivo» a la población, aunque pidió transformar las palabras en hechos.
En la víspera, los dirigentes de Francia y Alemania declararon también que estaban «dispuestos a cooperar con los nuevos dirigentes».
Tortura
Desde la caída de Al Asad, miles de personas acudieron frente a la cárcel de Saydnaya, un símbolo de las atrocidades cometidas en las últimas décadas, para buscar a sus familiares.
Los Cascos Blancos, una red de socorristas que durante el conflicto operaron en las zonas controladas por los rebeldes, anunciaron el martes que habían terminado la inspección de la prisión sin encontrar posibles celdas o sótanos secretos.
El gobierno que Asad heredó de su padre un complejo sistema de prisiones usado para reprimir cualquier disidencia al partido gobernante.
Un combatiente rebelde reveló a la AFP que halló unos 40 cuerpos en la morgue de un hospital cerca de Damasco con evidentes señales de tortura.
Al Jolani anunció el martes que publicará próximamente una lista de las autoridades del anterior gobierno «implicadas en torturas contra el pueblo» y prometió «perseguir a los criminales de guerra».
Aida Taha, de 65 años, contó que recorrió las calles «como una loca» en busca de su hermano, detenido en 2012.
«Llevamos mucho tiempo oprimidos», afirmó la mujer que señaló que todavía hay detenidos en los sótanos y que necesitan los códigos de las puertas para entrar.
«Pesadilla»
Según los expertos, el gobierno de Al Asad no pudo sostenerse sin el apoyo de sus aliados, con Rusia centrada en Ucrania e Irán y Hezbolá desgastados por sus enfrentamientos con Israel.
El OSDH estimó que al menos 910 personas, entre ellas 138 civiles, murieron desde el inicio de la ofensiva de los rebeldes el 27 de noviembre.
Numerosas personas se congregaron en la Plaza de los Omeyas de Damasco para celebrar la caída del régimen con la bandera de tres estrellas rojas que representa a la oposición.
«Nunca pensamos que esta pesadilla fuera a terminar», dijo Rim Ramadan, de 49 años.
Con la caída de Al Asad, Austria, Alemania, Bélgica, Suecia, Dinamarca, Noruega, Suiza, Reino Unido, Países Bajos e Italia decidieron suspender las tramitaciones de asilo de los ciudadanos sirios.
La ONU afirmó que quien acabe en el poder en Siria deberá pedir cuentas al régimen de Al Asad.
Sin embargo, no esta claro cómo podría Al Asad rendir cuentas ante la justicia, sobre todo después de que el Kremlin se negara el lunes a confirmar las informaciones de las agencias de noticias rusas de que había huido a Moscú.
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