Unos 2.500 migrantes siguieron caminando desde la madruga del miércoles por el sur de México. Algunos se expresaron preocupados por los resultados electorales en Estados Unidos, mientras que otros se mostraron resignados pero con determinación de seguir avanzando hacia el norte.
La caravana, que salió el martes de la ciudad de Tapachula, casi en la frontera con Guatemala, es una de las muchas que se han formado en los últimos años.
Recientemente, todas quedaron disueltas en cuestión de días. Las autoridades las dejan avanzar hasta el agotamiento y las familias al final suelen aceptar los traslados de las autoridades que los mueven a diferentes puntos para que arreglen su situación migratoria, aunque las organizaciones civiles denuncian que sólo las dejan abandonadas y a merced de los criminales.
Pero el miércoles seguían su ruta bajo la mirada de fuerzas de seguridad, cruzando puntos de inspección migratoria sin que les detuvieran y con autoridades locales dándoles agua y algo de comida. En un momento dado, una patrulla de policía, inclusive, trasladó unos kilómetros a una familia con niños que estaba agotada.
El grupo se disponía llegar el miércoles a la localidad de Huixtla, unos 30 kilómetros al norte del pueblo donde habían dormido el martes en el suelo de un parque público.
La preocupación aumentaba entre muchos que, como la familia de Flores, se unieron al grupo porque no les salía la cita de la plataforma CBPOne para pedir asilo en Estados Unidos, una alternativa de migración legal que el republicano Trump dijo que anularía.
“Va a costar”, agregó. “La esperanza que tenemos nosotros es pasar antes que él cambie las leyes”.
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