El control que ejercen los cárteles de la droga y grupos del crimen organizado sobre las rutas utilizadas por los migrantes en México aumenta los riesgos de extorsión y secuestro a los viajeros irregulares que intentan cruzar México para llegar a EEUU.
El primer lugar donde duermen muchos migrantes tras entrar a México desde Guatemala es dentro de una gran estructura, con techo y cercas en los costados, en un rancho rural. Lo llaman el “gallinero” y no pueden irse hasta que pagan al cártel que lo administra.
Los encuentros con migrantes en la frontera entre Estados Unidos y México han alcanzado su nivel más bajo en cuatro años, pero a días de las elecciones estadounidenses, en las que la inmigración es un tema clave, los migrantes siguen llegando a México.
Aunque las autoridades estadounidenses dan gran parte del crédito a sus contrapartes mexicanas por frenar el flujo hacia su frontera compartida, el crimen organizado mantiene un control más estricto de quién se muda aquí que el puñado de agentes federales y miembros de la Guardia Nacional que se encuentran junto al río.
Migrantes secuestrados
Los migrantes secuestrados que pagan el rescate de 100 dólares por su liberación reciben un sello que indica que han pagado. De enero a agosto, sólo en este rincón más al sur de México, más de 150.000 migrantes fueron interceptados por agentes de inmigración, considerados una fracción del flujo.
Los agentes de inmigración mexicanos encontraron a 925.000 inmigrantes indocumentados hasta agosto de este año, muy por encima del total anual del año pasado y el triple del total de 2021. Sin embargo, solo han deportado a 16.500, una fracción de los años anteriores.
El reverendo Heyman Vázquez, un sacerdote de Ciudad Hidalgo a lo largo del río Suchiate que divide a México y Guatemala, lo ve a diario.
“Son ellos (el cártel) los que dicen quién pasa y quién no”, dijo Vázquez. “La cantidad de migrantes que se llevan todos los días es grande y lo hacen frente a las autoridades”.
Frontera controlada por los cárteles
El estricto control del crimen organizado en la frontera sur de México coincide con la creciente violencia generada por la lucha entre los cárteles de Sinaloa y Jalisco Nueva Generación. El estado de Chiapas es solo uno de sus campos de batalla, pero es clave para controlar las rutas de contrabando de personas, drogas y armas desde Centroamérica.
Los migrantes se han convertido en la mercancía más lucrativa, según los expertos.
La presencia cada vez más agresiva de los cárteles se está convirtiendo en un obstáculo para las organizaciones que intentan ayudar a los migrantes. A principios de este mes, hombres armados mataron a un sacerdote católico en Chiapas. Y Vidal dijo que a veces los grupos impiden que los migrantes reciban ayuda humanitaria.
La presidenta Claudia Sheinbaum ha dicho que el gobierno está lidiando con la violencia, pero se niega a enfrentar a los cárteles.
Parece mantener las tácticas que comenzaron bajo la administración del expresidente Andrés Manuel López Obrador, para hacer circular a los migrantes del norte de regreso al sur agotando sus recursos y manteniéndolos lejos de la frontera con Estados Unidos, exponiéndolos a más secuestros y extorsiones.
El alcalde de Ciudad Hidalgo, Elmer Vázquez, afirmó no saber nada sobre las casas de seguridad para migrantes que operan en la zona y dijo que su ciudad siempre cuida a los migrantes.
Con información de la VOA