Las negociaciones para formar una coalición de gobierno empezaron este lunes en Austria, al día siguiente de la histórica victoria del partido de extrema derecha FPÖ, cuyo líder Herbert Kickl no tiene garantizado, sin embargo, ponerse al frente del país.
«¿Vencedor, y ahora?», tituló el diario Kurier, en referencia a que nadie quiere aliarse con este político, de 55 años, considerado como demasiado radical, con una agenda antiliberal y antieuropea, y que se opone a las sanciones contra Rusia.
¿Sufrirá el mismo destino que Geert Wilders en los Países Bajos, que tuvo que renunciar a sus ambiciones de primer ministro, o que el partido francés Agrupación Nacional (RN), marginado por el frente republicano?
«Los tiempos cambian», subrayó Wilders tras el anuncio de los resultados, citando a once países europeos donde los nacionalistas están en auge.
En Hungría, el dirigente Viktor Orban saludó esta «nueva victoria para los patriotas». En Italia, el líder del partido de extrema derecha Liga Norte, Matteo Salvini, habló de un «día histórico a favor del cambio», mientras que en Francia la líder ultraderechista Marine Le Pen celebró una «marea creciente».
Al obtener 28,8% de los votos, superando a los conservadores, Kickl logró incluso un mejor resultado que sus predecesores, Jörg Haider y Heinz Christian Strache.
Pero esta vez no hubo grandes manifestaciones. «Nos lo esperábamos. No estamos ni impactados ni contentos», indicó Isabella, una vienesa de unos cincuenta años, que se negó a dar su apellido.
Ambiente revolucionario
El ambiente es «revolucionario», escribió el diario Kronen Zeitung, el tabloide más influyente del país. Pero «el juego de póker que comienza será duro, largo y turbulento», detalló.
Las negociaciones para formar un gobierno suelen durar un promedio de 62 días en este país, que alcanzó un récord de 124 días en 1999-2000.
La pelota está ahora en el campo del presidente de Austria, Alexander van der Bellen, proveniente de los ecologistas.
«La tradición dice que debe otorgar el mandato al partido que llegó primero», recuerda Andreas Eisl, investigador del instituto Jacques Delors.
Sin ocultar sus reservas hacia Kickl, advirtió que el gobierno debe contar con el apoyo de una mayoría de 92 diputados, y no poner en duda ni los fundamentos de la democracia, ni los compromisos del país en el extranjero.
Encargar al FPÖ las negociaciones sería simbólicamente significativo. Representaría una primicia desde 1945 para este partido fundado por exnazis y dirigido por un hombre que desea ser llamado Volkskanzler, el «canciller del pueblo», al igual que Hitler.
Pero el jefe de Estado también tiene el poder de otorgar la tarea a los conservadores del ÖVP (26,3%), a pesar de que registraron la peor derrota de su historia.
«Es un verdadero desafío», comentó Eisl. Si el presidente decide otorgar el mandato a los conservadores, daría pie a la narrativa promovida por Kickl, que ya se queja de una «negación de la democracia».
En ese caso, el canciller saliente Karl Nehammer tomaría las riendas y analizaría la posibilidad de pactar con el FPÖ, al igual que en 2000 y 2017.
Los escándalos recurrentes hicieron que los conservadores sean cautelosos y, a diferencia de su mentor Haider en 2000, Kickl no parece tener la intención de retirarse, según el experto.
Más bien apuesta por una «coalición tripartita» con los socialdemócratas del SPÖ (21,1%) y el pequeño partido liberal Neos (9,2%), una fórmula inédita.
«Entre el ÖVP y el SPÖ, las diferencias son grandes», subrayó por su parte Johannes Reiter, un jubilado de 74 años. «Tendrán que encontrar un terreno común, pero al final lo lograrán», cree.
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