Más de dos toneladas de cocaína fueron encontradas desde el domingo en las playas francesas del canal de la Mancha, nuevo testimonio del aumento del tráfico en Europa de esta droga proveniente mayoritariamente de Sudamérica.
16.3 toneladas de cocaína por vía marítima
Numerosos fardos de cocaína, herméticamente cerrados, aparecieron desde el 26 de febrero en las playas de Normandía, en el noroeste de Francia.
Según el fiscal de Rennes, Philippe Astruc, 804 kg de estupefacientes fueron descubiertos el domingo y 1 mil 234 kg el miércoles, o sea 2 mil 038 toneladas en total.
Las bolsas pueden haber sido arrojadas voluntariamente al mar para evitar un control o haber caído solas de un buque, explica una fuente cercana al asunto.
Este caso representa un poco más del 7 por ciento de las incautaciones de cocaína en 2022. Según el último balance de las autoridades, 27.7 toneladas de cocaína fueron interceptadas, es decir 5 por ciento más que en 2021, una cifra multiplicada por cinco en 10 años.
El 19 de febrero, los funcionarios de aduanas del puerto de El Havre (noroeste) ya habían incautado 1.9 toneladas de cocaína, una operación “histórica” según el ministro francés de Cuentas Públicas, Gabriel Attal, que hizo el anuncio el miércoles.
Vía marítima
El transporte marítimo es la principal puerta de entrada de la cocaína en Francia, con 75.4 por ciento de las cantidades incautadas (frente al 84 por ciento en 2021), es decir, 16.3 toneladas.
No es la primera vez que la cocaína llega en grandes cantidades a la costa francesa. A finales de 2019, globos que contenían en total 1.6 toneladas de polvo blanco procedentes de Colombia encallaron, durante varios meses, en las playas de una amplia zona que iba desde San Juan de Luz (suroeste) hasta Camaret (oeste).
¿De dónde viene la cocaína que se consume en Europa?
La mayor parte proviene de los tres principales países productores: Colombia, Perú y Bolivia. Los expertos estiman en más de 2 mil toneladas el volumen total de cocaína propuesto en el mercado mundial en 2021, dos tercios de los cuales son suministrados por Colombia.
La mayor parte de la cocaína, al igual que 90 por ciento del comercio mundial, cruza el Atlántico en contenedores marítimos, escondida en cargamentos perfectamente legales procedentes de puertos de América del Sur, especialmente el de Santos en Brasil y el de Guayaquil en Ecuador.
Más de la mitad (55 por ciento) del polvo blanco incautado en 2022 procedía de las Antillas y de Guayana Francesa, zona de tránsito antes de llegar a la metrópolis.
Otros cargamentos pasan por África occidental antes de llegar a Europa. La mercancía luego es desembarcada en los grandes puertos europeos, como los puertos belgas de Rotterdam y Amberes (162 toneladas incautadas en 2022), el puerto español de Barcelona o El Havre (más de 10 toneladas en 2021).
El resto circula en avión en las maletas o los intestinos de “las mulas”, que embarcan en Cayena, capital de Guayan Francesa, en vuelos con destino a París.
Ganancias récord y criminalidad hiperviolenta
Si bien los grupos de contrabandistas sudamericanos privilegiaron durante mucho tiempo Estados Unidos, ahora apuntan prioritariamente a Europa, donde el consumo se dispara.
Consumidores
Según el Observatorio Europeo de las Drogas y las Toxicomanías (OEDT), en 2021 unos 3.5 millones de europeos habían probado la cocaína al menos una vez.
Un nivel histórico, cuatro veces superior a la media hace 20 años.
El tráfico ofrece una rentabilidad sin igual. El kilo comprado 1 mil dólares en América del Sur se vende 35 mil euros (37 mil 170 dólares) en Europa.
La Oficina Europea de Policía (Europol) evalúa el mercado anual de venta al por menor de cocaína entre 7 mil 600 y 10 mil 500 millones de euros (8 mil 070 y 11 mil 150 millones de dólares).
El afán de lucro genera una criminalidad hiperviolenta, inspirada en la que hace estragos en América del Sur.
Los grandes puertos europeos están hoy gangrenados por las violencias de mafias locales, como la mafia marroquí en los Países Bajos y en Bélgica, el hampa albanesa, serbia y kosovar o la “Ndrangheta” calabresa.
Estos grupos no dudan en corromper a ciertos estibadores, agentes portuarios, conductores de camiones, aduaneros y policías, para que el botín pueda ser recuperado de los contenedores.